Tengo un mensaje sin botella, un reclamo tirado al mar, un grito inaudible que no sé cómo expresar.

No me había dado cuenta de que lo que busco no puedo encontrarlo de este lado del camino donde estoy rodeada de seres que no buscan lo mismo que yo. Por ello en mi búsqueda desesperada sólo encuentro retazos de pistas que tengo que seguir buscando en otra parte.

Un rompecabezas es lo que tengo en mis manos. Un rompecabezas falto de piezas que no sé dónde encontrar pero que quiero tener.

Tengo que huir a un páramo distinto habitado por seres como yo que busquen algo similar a lo que yo quiero integrar a mi vida.

Pero es díficil despegarse de lo que ha estado adherido a mi piel por tanto tanto tiempo, es dificil y complicado.

Debo tomar una decisión que esclareza la interrogante: ¿Qué es lo que más deseo en mi vida?

Quietud matinal de Julio.

En este despertar almendrado pretendo desperezar mi ilusión para que vuele, un rato, por este mundo ocre.

Se ha ido la inestabilidad del sueño multicolor para dejarme abandonada en el regazo de una mañana tan sòlida como una nuez. No hay nubes, nada raro en esta ciudad, el cielo se torna un poco más azul y la brisa un poco más cálida. Las lágrimas se secan y caen las lagañas. Un coche pasa, un estruendo permanece en mis oídos; desaparece.

Es demasiado temprano para dejarme llevar por mis pensamientos intelectualoides y comenzar divagaciones inestables.

Un café, un hotcake; eso sí.