Impulsos citadinos invaden mi xtresado cuerpo. Deseos cítricos de extraviar la mirada a cualquier lugar, a cualquier objeto sintético, a algún químico aun desconocido que me ayude a desintegrarme de este conjunto de moléculas y átomos. Entonces le gritaría a las nubes en el rostro que soy mejor que ellas y con mi dosis ególatra de una sustancia con terminación en -ina me reiré de ellas y de su húmeda figura y las haré llorar. Pobres nubes. No. No podría hacerles eso. Sólo las miraría, pero ya no con envidia, pues estaría a su altura y no sólo eso, sino que podría estaar mejor disfrutando del calor de las estrellas y el frío de los satélites. Con una obscuridad brillante y ostentosa capaz de abarcar todo mi cuerpo en dilatación. Pero no. Hoy no. Hoy sólo son impulsos.
1 comentario:
Los impulsos son lo único que nos queda, lo único verdaderamente nuestro.
Saludos.
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